¿Qué es la dislexia?
Desde que Steve Jobs reconoció públicamente que tenía dislexia, parece que
tener dislexia es sinónimo de genialidad. Por esto, en los últimos años, ser
disléxico se ha puesto de moda al menos en el mundo anglosajón. Por
ejemplo, uno de cada tres empresarios en Estados Unidos y uno de cada cinco
en el Reino Unido declaran tener dislexia. Aunque es verdad que la dislexia
puede verse como un catalizador de habilidades muy cotizadas en el mundo
empresarial, como son la creatividad o el pensamiento visual, la dislexia
todavía es un problema social global. Si un niño no lee y escribe
correctamente, se puede quedar por el camino.
Todavía en la actualidad, hay niños inteligentes que suspenden en la
escuela, y no es porque sean vagos o despistados, sino porque tienen dislexia
y no lo saben. Además, la mayoría de la gente de su entorno normalmente
tampoco lo sabe. Para una persona con dislexia, es extremadamente difícil
averiguar que tiene una dificultad de lenguaje porque no puede percibir si
está leyendo correctamente o no, y tampoco puede percibir sus propios
errores. Todavía en la actualidad, el bajo rendimiento escolar sigue siendo
uno de los indicadores más frecuentes para detectar dislexia. En 2017, el
abandono temprano de la educación se sitúa en el 18,3 %. Se desconoce una
estimación en la población de habla hispana que especifique el porcentaje de
niños con dislexia que no terminan la Educación Secundaria Obligatoria
(ESO). No obstante, se sabe que la dislexia y el bajo rendimiento escolar
están relacionados. Es más, la dislexia también está relacionada con la
población en riesgo de exclusión pues, por ejemplo, un estudio realizado en
los centros penitenciarios de Suecia demostró que el porcentaje de dislexia
era mayor entre los presos que en la población genera
ORIGEN DE LA PALABRA DISLEXIA
Es probable que la dislexia se remonte al origen de nuestra especie. Pero no sería tan relevante como en la actualidad porque, tal y como decíamos en las páginas anteriores, la escritura como forma normalizada de comunicación es un invento reciente. En el mundo occidental, solo a partir de la invención de la imprenta metálica en 1453, se empezó a popularizar la lectura. De hecho, los orígenes de la lectura en masa son muy recientes, ligados a la educación general institucionalizada, que comenzó a finales del siglo XIX. A partir de entonces, los educadores pudieron empezar a detectar niños con problemas de lectura y fue cuando por primera vez se utilizó la palabra dislexia. Pero la palabra no la utilizaban para designar el concepto de dislexia al que estamos acostumbrados ahora, sino para designar diferentes traumas cerebrales adquiridos y que, de alguna manera, afectan al lenguaje.
A lo largo de la historia han existido teorías muy diferentes para
explicar la dislexia, y todavía no tenemos una teoría definitiva. Parte del
obstáculo ha sido la falta de una definición concisa de la dislexia, lo que ha
intentado corregirse en las últimas dos décadas. En líneas generales, podemos
reconocer cuatro etapas en la historia de la dislexia:
1. Hasta finales del siglo XIX. Comenzó la identificación de personas con
problemas de lenguaje y de lectura, que en general eran pacientes con
afasia adquirida, debido a traumas cerebrales que afectaban al lenguaje.
2. Entre 1895 y 1950. Se descubrió la condición de dislexia de desarrollo y
se comenzaron a analizar sus causas y características. Es entonces
cuando comienza el concepto de dislexia que tenemos en la actualidad.
3. Etapa de evolución (1950-1970). El campo de la dislexia se abrió a un
mayor número de profesionales de la medicina y la educación. El
concepto fue evolucionando en función de cómo iba avanzando la
ciencia.
4. Finalmente, las teorías modernas (desde 1970 hasta la actualidad) han
sentado la base de nuestro conocimiento actual sobre la dislexia.
La primera vez que hubo un interés social por los problemas de lectura
fue gracias al neurólogo alemán Adolf Kussmaul, quien utilizó el concepto
ceguera de palabras para describir dificultades para usar vocablos en el
orden correcto, encontradas en personas con daño neurológico. Fue en 1887
cuando un oftalmólogo alemán, Rudolf Berlin, usó por primera vez el
término dislexia en vez de ceguera de palabras, un concepto que viene del
griego δυσ-, «dificultad, anomalía», y λέξις, «habla o dicción». Y no fue
hasta 1896 que se describió el primer caso de dislexia del desarrollo, la
noción actual que manejamos, que fue publicado en el British Medical
Journal por Pringle-Morgan. Pringle-Morgan, un médico generalista, y
Hinshelwood, un oftalmólogo, creían que las dificultades de lectura y
escritura de los disléxicos se debían a una «ceguera de palabras congénita», y
durante muchos años la hipótesis dominante fue que la dislexia estaba
causada por deficiencias en el procesamiento visual.
En 1925, un neurólogo estadounidense, el doctor Samuel T. Orton, se
convirtió en una de las figuras más importantes en la historia de la dislexia.
Su teoría puso un énfasis especial en la dominancia de un lado del cerebro.
Algunas de sus técnicas de enseñanza están todavía en uso. La Orton Society
es actualmente la Asociación Internacional de Dislexia. Durante ese período
se estudiaron muchas dificultades específicas del aprendizaje, pero no fueron
ampliamente reconocidas hasta las décadas de 1930 y 1940, cuando el doctor
Alfred Strauss y R. Heinz Werner publicaron sus hallazgos sobre los niños
con una amplia variedad de dificultades de aprendizaje.18 Su trabajo enfatizó
la diversidad de estos problemas y la importancia de realizar una evaluación
individualizada de las necesidades educativas de cada niño.
Mientras tanto, en Europa, la investigación sobre dislexia seguía su
propio curso. Edith Norrie, una paciente disléxica, fundó en 1938 el Word
Blind Institute en Copenhague para diagnosticar y enseñar a los disléxicos. A
su vez, Hallgren realizó varios estudios en los que estableció la heredabilidad de la dislexia.19 El neurólogo Knud Hermann analizó con gran detalle las
dificultades de pacientes disléxicos entre las décadas de 1940 y 1960, y
proporcionó una definición clásica de este trastorno: «Un defecto en la
adquisición, a la edad apropiada, de la capacidad de leer y escribir a un nivel
adecuado; el defecto se debe a factores constitucionales (hereditarios), se
acompaña a menudo de dificultades con otros símbolos (numéricos,
musicales, etcétera), existe en la ausencia de defectos intelectuales o
sensoriales, y en la ausencia de influencias inhibidoras, pasadas o presentes,
en el ambiente interno o externo»
No fue hasta mediados del siglo XX que los niños con dificultades
específicas de aprendizaje dejaron de ser estudiados únicamente bajo la
jurisdicción de la medicina. La investigación educativa y psicológica se
comenzó a acumular, ampliando la comprensión y refinando los conceptos
del desarrollo del niño. A partir de la década de 1970, las teorías sobre la
dislexia provenientes de disciplinas tales como la psicología cognitiva y las
neurociencias acapararon la atención de los expertos y aportaron los
resultados más prometedores. Liberman, ya en 1971, hizo hincapié en la
determinación lingüística de los errores de lectura y lenguaje cometidos por
los niños. Las teorías actuales parecen ponerse de acuerdo en que las
dificultades son derivadas de un procesamiento fonológico inadecuado.
DEFINICIÓN ACTUAL DE DISLEXIA
En la actualidad hay tres definiciones de dislexia ampliamente aceptadas. Entre los psicólogos y los terapeutas profesionales, la que se toma como referencia es la de la última edición del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) o DSM-5, de 2013, en el que deja de usarse la palabra dislexia y se utiliza un término alternativo para referirse a un patrón de dificultades del aprendizaje que se caracteriza por problemas con el reconocimiento de palabras en forma precisa o fluida, deletrear mal y poca capacidad ortográfica. Lo llaman trastorno específico del aprendizaje y una vez diagnosticado debe especificarse si dicho el trastorno se da: 1) con dificultades en la lectura (afecta a la precisión en la lectura de palabras; a la velocidad o la fluidez de la lectura y a la comprensión lectora); 2) con dificultades en la expresión escrita (influye en la corrección ortográfica, gramatical y de la puntuación, y a la claridad u organización de la expresión escrita); o bien, 3) con una dificultad matemática (sentido de los números, memorización de operaciones aritméticas, cálculo correcto o fluido y razonamiento matemático). Cada una de estas manifestaciones se corresponde con los términos tradicionales de dislexia, disgrafía y discalculia, respectivamente.
En paralelo, en 2002, la Asociación Internacional de Dislexia
consensuó la definición que también es utilizada por el National Institute of
Child Health and Human Development (NICHD) de Estados Unidos: «La
dislexia es una dificultad específica del aprendizaje de origen neurobiológico.
Se caracteriza por dificultades en el reconocimiento preciso y fluente de las
palabras (escritas) y déficit en la decodificación (lectora) y en la escritura.
Estas dificultades resultan de un déficit en el componente fonológico del
lenguaje. Son inesperadas (discrepantes) en relación con otras habilidades
cognitivas (que se desarrollan con normalidad) y una adecuada instrucción
escolar. Como consecuencias secundarias, pueden presentarse problemas en
la comprensión de la lectura y una experiencia lectora reducida que puede
afectar al incremento del vocabulario y de la base de conocimientos».
Finalmente, incluimos la definición de la Federación Mundial de
Neurología, que si bien es más antigua (1968), se sigue utilizando
ampliamente:
«Se conoce como Dislexia a un trastorno en niños que, a pesar de [recibir] instrucción
educativa convencional, no logran las habilidades lingüísticas de lectura,
escritura y ortografía esperadas, en consonancia con sus habilidades
intelectuales»
Tipos de dislexia
Solo hay un tipo oficial de dislexia. Sin embargo, se puede encontrar que la literatura científica habla de diferentes tipos aún debatidos (fonológica o superficial, entre otras). En lo que coinciden las tres definiciones oficiales de dislexia es: 1) que se trata de un problema del lenguaje escrito, no del oral; 2) que no está relacionado con otras habilidades cognitivas o, lo que es lo mismo, no está relacionado con la inteligencia general.Superar la dislexia. PDF
Este libro recopila de forma estructurada vuestras inquietudes
presentadas de una manera práctica y sin perder la rigurosidad científica.
Luz Rello también fue una niña con dislexia y, tras años de estudio e investigación, nos presenta una obra con las herramientas que tenemos actualmente a nuestro alcance para combatir la dislexia y ayudar a los niños y niñas a cumplir sus sueños.
Este libro ofrece herramientas para las familias, terapeutas y docentes que
quieran mejorar el rendimiento y empoderar a las personas con dislexia
que las rodean, ya sean niños, adolescentes o adultos. A lo largo de la
escritura he ido consultando a personas de estos perfiles para diseñar tanto el
contenido como el formato del libro; confío en que será útil. Por ejemplo, los
materiales que se encuentran al final de cada capítulo (Figura 0.2) responden
a peticiones expresas de familias, terapeutas, maestros y profesores a lo largo
de los últimos años. Por otro lado, la investigación recopilada entrega
soluciones que se pueden poner en práctica en el día a día para mejorar el
rendimiento de las personas con dislexia.
Cada capítulo comienza con una historia personal relacionada con el
contenido que da un enfoque subjetivo complementario al contenido
científico. El contenido científico resume los resultados de los últimos ocho
años tanto de la investigación de la autora como también los resultados
pertenecientes a otros equipos. Dicha investigación fue llevada a cabo con
más de cincuenta colaboradores multidisciplinares (informática, psicología,
medicina, lingüística y logopedia) y trescientos voluntarios del mundo
hispánico.
Al final de cada capítulo, se ha incluido una serie de materiales prácticos
que tratan de responder a las necesidades de familias, terapeutas y docentes
que se han acercado a nosotros a lo largo de estos años. Por ejemplo, cómo
decirle a un niño o a una niña que tiene dislexia o cuáles son las pautas para
presentar un texto destinado a personas con dislexia de uso general en clase,
en terapia o en casa. En algunos casos, como «Informe sobre faltas de
ortografía» o «Pautas de actuación en clase», están orientados a maestros,
profesores y para que las familias las compartan en el colegio, y «Carta para
mis compañeros» es para que un niño tenga los recursos para poder explicar a
sus compañeros que tiene dislexia. Asimismo, el libro hace recomendaciones
prácticas sobre el uso de la tecnología
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