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¿Puede un dibujo decir que un niño es homosexual? Crítica al uso del Machover y otros test proyectivos

Una crítica ética y profesional al uso del test de Machover para inferir orientación sexual infantil.
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Hace poco, en un grupo profesional de psicología, un colega compartió el dibujo de un niño de 10 años y preguntó: “¿Pueden ayudarme a analizar este dibujo usando el Machover? Yo considero que el paciente es homosexual”.

Más allá de lo sorprendente que puede resultar este tipo de afirmaciones, lo cierto es que esta pregunta no es un hecho aislado, sino un reflejo de prácticas que, aún hoy, sobreviven en algunos espacios de ejercicio psicológico. Lo que aquí está en juego no es solamente una técnica mal aplicada: es la ética, el respeto por la niñez y la rigurosidad científica que debe guiar nuestra profesión.

El test de Machover: historia, limitaciones y uso actual

El Test de la Figura Humana de Machover fue creado en 1949 como una herramienta proyectiva, partiendo del supuesto de que al dibujar una figura humana, la persona “proyecta” aspectos de su personalidad inconsciente. Se ha usado históricamente para evaluar componentes emocionales, conflictos internos y dinámicas intrapsíquicas.

Sin embargo, sus limitaciones son notorias. No existe un sistema estandarizado de corrección, la interpretación suele depender de la subjetividad del evaluador y la validez empírica de las inferencias que se hacen a partir del dibujo es baja. Mucho menos puede usarse para concluir aspectos como la orientación sexual del evaluado. Este uso es no solo inadecuado, sino también éticamente cuestionable.

Según Urbina (2014), los test proyectivos enfrentan graves cuestionamientos sobre su confiabilidad y validez. Por su parte, Groth-Marnat (2009) advierte que las inferencias diagnósticas basadas únicamente en este tipo de instrumentos no deberían tomarse como conclusiones definitivas.

La orientación sexual no es un diagnóstico

Desde 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría retiró la homosexualidad del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), dejando claro que no se trata de una enfermedad, trastorno ni condición patológica. La Organización Mundial de la Salud hizo lo propio en 1990.

Intentar "diagnosticar" orientación sexual en un niño de 10 años no solo es incorrecto: es peligroso. La orientación sexual no es algo que deba descubrirse ni analizarse como si fuera un trastorno latente. Se trata de una dimensión de la identidad humana que emerge con el tiempo, en un proceso de construcción subjetiva, afectiva y social.

Según la American Psychological Association (2021), “la orientación sexual es una atracción emocional, romántica o sexual duradera hacia otros. No es algo que pueda ser predicho, detectado o modificado a través de intervenciones psicológicas”.

Niñez, desarrollo y etiquetas tempranas

La orientación sexual no es un diagnóstico

Los niños y niñas a los 10 años están en pleno desarrollo psicoafectivo. Es completamente esperable que en esa etapa haya curiosidad, confusión, exploración y experimentación. Pero forzar una lectura desde parámetros adultos para inferir (o peor aún, patologizar) una orientación sexual, es imponer una narrativa que no les pertenece.

Tal como señala Ana María Fernández (2003), los modelos psicológicos que buscan “leer” sexualidad infantil desde lo normativo corren el riesgo de reprimir o castigar diferencias que forman parte natural del proceso de crecimiento.

¿Qué es lo que preocupa realmente a quien ve "indicios de homosexualidad" en un dibujo? ¿Es el bienestar del niño o el reflejo de sus propios prejuicios? La pregunta no es menor. Como profesionales, debemos trabajar para desactivar nuestras propias creencias limitantes, no para reforzarlas mediante técnicas proyectivas.

El riesgo de la psicología desactualizada

El uso del Machover para este tipo de inferencias no es solo anacrónico; es también un síntoma de una psicología que no ha sabido actualizarse. Una psicología que confunde proyecciones personales con análisis técnico, y que aún ve la homosexualidad como algo que debe descubrirse, en lugar de entenderla como una posibilidad más de la diversidad humana.

Como lo afirma Pérez Álvarez (2012), una psicología que se aferra a modelos teóricos sin revisión crítica se convierte en una práctica dogmática, incapaz de responder a las necesidades actuales de la población.

Una anécdota desde la clínica: cuando el “diagnóstico” era otro

Hace algunos años, un padre de familia llegó a mi consultorio con su hijo adolescente. Me hizo dos peticiones:

  1. Evaluar si su hijo era homosexual.
  2. Y, si lo era, ayudarlo a “curarlo”.

Comprendí que enfrentar directamente sus expectativas sería una barrera para el vínculo terapéutico. Así que fingí aceptar sus términos, no para validar su mirada, sino para abrir un espacio de transformación.

Diseñé un proceso centrado en sus creencias limitantes, integrando elementos de psicoeducación y una estrategia de escuela para padres. Poco a poco, la terapia se transformó: dejó de ser una intervención para el hijo y se convirtió en un espacio de reflexión para el padre.

Durante el proceso, este hombre –que había vivido bajo la presión de estereotipos rígidos sobre la masculinidad– se permitió expresar emociones que había reprimido durante años. Por primera vez lloró frente a alguien, compartiendo el miedo que tenía a no ser considerado “suficientemente hombre”.

Al final de la terapia, aceptó la orientación de su hijo y entendió cómo sus propios mandatos culturales le habían afectado. Trabajó sus emociones, sus heridas y su historia. La pregunta inicial sobre la homosexualidad de su hijo había desaparecido, porque lo que realmente necesitaba sanar no estaba en el otro, sino en sí mismo.

Estas experiencias nos recuerdan que, incluso detrás de las demandas más chocantes, hay oportunidades clínicas para abordar lo que realmente importa: el respeto, la dignidad y el crecimiento personal.

Una práctica ética y humanista

Necesitamos una psicología que acompañe procesos de desarrollo desde la escucha, no desde la sospecha. Que use herramientas con responsabilidad, que reconozca sus límites, y que jamás utilice su poder técnico para etiquetar, señalar o excluir.

Test proyectivos y Una práctica ética y humanista

Esto implica:

  • Formación continua en diversidad sexual y de género.
  • Revisión crítica de los instrumentos clínicos que utilizamos.
  • Un compromiso ético firme con el respeto a los derechos de la niñez.

Palabras finales (y necesarias)

No hay trazo que revele el deseo futuro. No hay línea que dicte la orientación. No hay dibujo que contenga toda la complejidad de ser humano.

La psicología no debe ser lupa para juzgar, sino espejo para acompañar. Más que analizar dibujos, deberíamos esforzarnos en crear contextos seguros donde cada niño o niña pueda crecer sintiéndose amado, respetado y libre.

Y si algo nos toca diagnosticar, que sea nuestro propio silencio ante lo injusto, nuestra ceguera ante lo aprendido sin cuestionar, y nuestra urgencia por volver a lo humano.

Referencias

  • American Psychological Association. (2021). Sexual orientation and homosexuality . https://www.apa.org/topics/lgbtq/orientation
  • Fernández, A. M. (2003). La sexualidad atrapada: Normas, cuerpos y afectos . Buenos Aires: Paidós.
  • Groth-Marnat, G. (2009). Handbook of psychological assessment (5th ed.). Wiley.
  • Pérez Álvarez, M. (2012). La invención de los trastornos mentales: Una crítica psi desde la psicología . Madrid: Alianza Editorial.
  • Urbina, S. (2014). Essentials of Psychological Testing (2nd ed.). Wiley.

Sobre el autor

Luis Lira Merlo es psicólogo clínico, docente universitario y autor del sitio Estudiando Psicología . Desde su consultorio y su labor académica, promueve una psicología ética, crítica y humanista.

Psicólogo social, conferencista y docente.
Estudiando Psicología Welcome to WhatsApp chat
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