La brecha de género en los test de personalidad
Mumbai
Para cualquier profesional de la salud mental, los tests psicométricos se erigen como herramientas fundamentales para comprender la complejidad de la mente humana. Entre ellos, los inventarios de personalidad, como el reconocido NEO-PI-R, nos ofrecen valiosas perspectivas sobre nuestros rasgos y tendencias. Sin embargo, una reflexión importante emerge al observar cómo muchos de estos instrumentos tradicionales utilizan la diferenciación por sexos (masculino y femenino) para establecer sus baremos.
Esta pregunta me la hicieron en el último taller que impartí sobre tests psicométricos en la clínica: “¿Qué debería marcar un paciente transgénero en el ítem sexo?” Y debo confesar que no supe qué responder en ese momento. Los tests psicométricos están construidos desde una concepción binaria del género, lo que nos deja sin una respuesta simple ni justa. Esa experiencia me impulsó a investigar más a fondo, cuestionar nuestras herramientas diagnósticas y escribir este artículo.
Lo que en apariencia puede parecer una simple casilla a marcar, representa en realidad una frontera epistemológica, ética y clínica. El dilema no se resuelve marcando una opción al azar, ni interpretando resultados con los mismos lentes de siempre. El género, en su diversidad, desborda las estructuras binarias que han dado forma a nuestras herramientas diagnósticas, y nos interpela con una urgencia que no podemos ignorar.
Más allá del binarismo: ¿Dónde queda la diversidad de género en la evaluación psicológica?
Imaginemos por un momento a una mujer transgénero respondiendo a un test como el NEO-PI-R. Si bien su vivencia interna y su presentación social se alinean con su identidad femenina, al basar la interpretación de sus resultados en baremos construidos sobre la experiencia de mujeres cisgénero, ¿estamos capturando de manera precisa su perfil de personalidad?
La respuesta, con alta probabilidad, es que no del todo. Las razones son diversas y profundas:
La influencia de la socialización
Los roles y expectativas de género moldean nuestras experiencias y, en consecuencia, pueden influir en el desarrollo de ciertos rasgos de personalidad. Una persona transgénero puede haber experimentado una socialización y adoptado roles más congruentes con su identidad de género, lo que podría diferir de la socialización esperada para su sexo asignado al nacer. Estos caminos vitales únicos no pueden ni deben ser encasillados en marcos normativos ajenos a su vivencia.
Posibles sesgos en los instrumentos
Aunque los tests de personalidad buscan ser objetivos, algunos ítems o dimensiones podrían estar sutilmente influenciados por estereotipos de género tradicionales. La interpretación de facetas como la asertividad o la sensibilidad podría estar teñida por estas expectativas culturales, reforzando inequidades y patologizando expresiones legítimas de identidad.
La validez en entredicho
Si los baremos binarios no logran reflejar la realidad de las personas con identidades de género diversas, la validez de la interpretación de sus resultados se ve comprometida. Utilizar un marco de referencia que no coincide con su vivencia puede llevar a conclusiones inexactas sobre su personalidad, perpetuando errores diagnósticos o intervenciones poco efectivas.
Un horizonte de inclusión en la psicometría
Afortunadamente, la psicología como ciencia viva y en constante evolución está comenzando a abordar esta importante cuestión. Existe una creciente conciencia sobre la necesidad de desarrollar enfoques más inclusivos y sensibles a la diversidad de género en la evaluación psicológica. Algunas de las vías que se están explorando incluyen:
Investigación inclusiva
La necesidad de ampliar la investigación con muestras que incluyan activamente a personas de diversas identidades de género es fundamental para comprender mejor sus experiencias y patrones de respuesta (Koch et al., 2019). Las muestras homogéneas solo refuerzan la invisibilización. Es tiempo de dar voz y presencia a la diversidad.
Nuevos modelos de interpretación
Se exploran alternativas a los baremos binarios, como enfoques dimensionales que permitan una comprensión más matizada de la personalidad, sin depender de categorías de género excluyentes (Hyde et al., 2018). La psicometría tiene el reto —y la responsabilidad— de volverse una aliada de la inclusión.
Sensibilidad profesional
Los profesionales de la psicología debemos ser conscientes de la identidad de género de nuestros pacientes y considerar cómo esta variable puede influir en los resultados de las pruebas, interpretándolos con cautela y apertura (APA, 2023). El acto mismo de preguntar, escuchar y validar puede marcar la diferencia entre una intervención terapéutica significativa o una experiencia de invisibilización más.
Adaptación y creación de herramientas
Se están dando los primeros pasos hacia la adaptación de instrumentos existentes —como el MMPI-2-RF, el 16PF o incluso el MBTI— y la creación de nuevos que sean inherentemente más inclusivos y libres de sesgos de género (Rubio, 2020). Estos desarrollos no sólo representan un avance técnico, sino también una conquista ética: construir herramientas que miren a la persona completa, no sólo a sus etiquetas.
Un llamado a la reflexión y a la acción
La pregunta sobre la inclusión de la diversidad de género en los tests psicométricos no es solo una cuestión técnica, sino también ética y social. Como profesionales de la psicología, tenemos la responsabilidad de utilizar herramientas que reflejen la rica complejidad de la experiencia humana en todas sus formas.
Este debate nos invita a reflexionar sobre las limitaciones de los modelos binarios tradicionales y a abrazar la necesidad de construir una psicometría más justa, equitativa y representativa de la diversidad que enriquece nuestra sociedad. La voz de las personas de la diversidad de género es fundamental en este proceso de transformación, y su experiencia debe guiar la evolución de nuestras herramientas de evaluación.
La psicología no puede seguir siendo una ciencia muda ante la diversidad. Así como en su momento evolucionó para dejar atrás paradigmas que limitaban la comprensión de la salud mental, hoy se enfrenta a un nuevo desafío: derribar los muros del binarismo. Esta tarea comienza, como tantas otras veces, con una pregunta aparentemente simple, pero profundamente transformadora: ¿Qué debería marcar un paciente transgénero en el ítem sexo?
La respuesta no está en una casilla, sino en nuestra disposición a transformar el modo en que miramos, evaluamos y comprendemos a las personas. Que este artículo sea una invitación a esa transformación.